martes, 22 de junio de 2010

Ludwig van Beethoven.



Ludwig van Beethoven

Si los volcanes pudieran mostrarse idílicos y enamorados, su invitación al amor -bramidos de ternura- semejaría la música de Beethoven.

Si los ruiseñores pudieran mostrarse heróicos, y algún día se decidieran a declarar la guerra a las águilas, su grito de combate semejaría la música de Beethoven.

Si los niños, sin dejar de ser niños, asimilaran toda la melancólica esperanza de los viejos, su saludo a Dios semejaría la música de Beethoven.

Si un bienaventurado bajara del paraíso y se viera constreñido a vivir sobre la tierra, su cántico de nostalgia semejaría la música de Beethoven.

La música de Beethoven -en sus intervalos de sublimidad- es la más furiosa tentativa que jamás hayan hecho los hombres para juntar el cielo y la tierra. [ ]

En algunas de sus sinfonías parece descubrir, bajo un cielo borrascoso, una hilera de cordilleras coronadas de Himalayas que se yerguen hacia las constelaciones.

Mas cuando trata de atraer de veras el cielo hacia nosotros, la música de Beethoven cava abismos más profundos que altas son las montañas, y adopta el método del De Profundis: el máximo rebajamiento como expresión de la máxima altura. Quiere probar la tentación del vacío que la piedad debe llenar, de la noche plena que pide iluminaciones ultrasolares. [ ]



Nuestro espíritu, casi libre de las ataduras humanas, permanece tembloroso mientras sufre de doloroso placer ante la inminencia del milagro. Pero el abismo, engañado por la certeza, se solventa hasta convertirse en montaña, y el cielo se eleva, se aleja: el encanto se ha roto. Lo imposible continúa imposible, y una riada de arcos pregona, interrumpiéndose, repiténdose, la resignación de la derrota.



Masculinidad
Giovanni Papini
Editorial Mateu
pp. 211

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